Por Pedro Monge Rafuls
Fuente: Arlequín
¿Cómo surgió el simposio?
A finales de 2008, me encontré con Antonieta Máximo, ex cónsul hondureña en Nueva York. Conocía a Antonieta por su labor de actriz en el teatro latino de la ciudad de hierro. Ahora, residente en San Pedro Sula, regresaba a la ciudad y nos encontrábamos para almorzar y recordar “aquellos” tiempos. Resultante de una experiencia teatral neoyorquina, se cuestionaba la situación del teatro hondureño, que había visto hasta el momento. Por otro lado, al oír su descripción, pensé en el poco conocimiento que sobre la dramaturgia catracha existe fuera de Honduras.
Antonieta siempre ha estado envuelta en actividades cívicas y culturales con lo hondureños residentes en Nueva York, donde fundó la asociación The Honduran American Cultural Association para hacer conocer las artes y la cultura de su país en la Babel de Hierro. Por esa misma inquietud social y teatral deseaba hacer algo para ayudar al teatro de su país. Le sugerí que lo primero que debía hacerse era conocer lo que pensaban los mismos teatristas hondureños. Ellos son lo que lo hacen. Para conocer la situación y poder llegar a soluciones, si fuera necesario, le plantee, de acuerdo a mi experiencia en este tipo de situaciones, la necesidad de crear un encuentro de discusión: un simposio donde se reunieran por tres días y donde se hablara de la situación del teatro hondureño ―¿Cómo lo ven?―, donde además de analizar la situación de los actores y la puesta en escena; se le diera una mirada al primer y principal motor del teatro, la dramaturgia. La pregunta clave que surge para cualquier teatrista frente a un quehacer teatral específico ―siempre teniendo en cuenta el teatro que se produce en ese momento― es: ¿existe una dramaturgia nacional?, ¿tiene calidad?
A su regreso a San Pedro Sula, Antonieta comenzó a comunicarse conmigo para que pudiéramos ir perfeccionando el simposio que le planteé de tres días. El último dedicado a las soluciones, porque tengo por método que de los problemas se habla cuando hay soluciones que ofrecer.
Algunas reflexiones
Las preguntas normales que nos debemos plantear son: ¿Cuál es la situación general de Honduras, donde se hace el teatro que nos preocupa? ¿Qué se sabe de su teatro?
Lamentable ―y quizás erróneamente―, muchos de los que hablan o escriben sobre este hecho no tienen una buena percepción de Honduras y cabe la posibilidad de preguntarse si la culpa es de los mismos hondureños que no hablan de las cosas buenas del país. Este análisis no pretende meterse en la situación socio-política-económica de la nación, ni en ningún otra perspectiva que no sea el simple hecho teatral, pero si observará ―lo más breve posible― algunas situaciones sobre lo que se comenta.
Al referirnos a Honduras se dice y se escribe que, junto a Bolivia, Ecuador y Haití, es uno de los países con los índices de pobreza más altos del hemisferio occidental. Se habla de analfabetismo, de hambre, poca salubridad, problemas con la vivienda y mucha corrupción en su clase política, y claro las consecuencias que tiene la corrupción en la ciudadanía en general. De la postura de las artes frente a la corrupción ni hablemos. Se dice que los hondureños son holgazanees y se comenta que Tegucigalpa es una ciudad fea. Un ejemplo en la literatura latinoamericana, es una novela chilena que habla de unos amores que tuvieron la mala suerte de haber nacido en Tegucigalpa, una ciudad fea.
Yo, que viví en Teguz en mi juventud y que le debo tanto a esa ciudad en mi crecimiento humano, recuerdo cosas de la que nadie comenta, como sus lindos atardeceres o la fachada única de su catedral. Quizás Tegucigalpa y San Pedro Sula no reflejan su actividad humana de la misma manera en que lo hacen muchas ciudades centroamericanas y del resto de América Latina, pero creo que Tegucigalpa y otras ciudades hondureñas tienen su mundo propio que ofrecer. Mundo que debíamos conocer a través de la literatura y el teatro, mundo que puede crear y hacer crecer un teatro con características únicas e importantes, pero de interés universal.
El teatro hondureño
El teatro hondureño tiene una trayectoria que puede remontarse a las pastorelas del Padre José Trinidad Reyes, que vienen a ser las primeras manifestaciones teatrales de la Centroamérica independiente. Sin embargo, el panorama de la actualidad teatral que se nos presenta no es alentador, de acuerdo a lo que dicen algunos teatristas hondureños y otros investigadores.
En Escenarios de dos mundos, aquel fantástico inventario teatral iberoamericano que el español Moisés Pérez Coterillo editara en 1988; y en la sección dedicada a Honduras, con artículos de Francisco Salvador, Emmanuel Jaén y Tito Estrada, encontramos que el artículo de apertura fue de Rafael Murillo Selva, el cual hacía una tremebunda afirmación al referirse a los cambios que comenzaban a partir de la década de los cincuenta y refiriéndose específicamente a los artistas de teatro. Murillo escribió que existía una gran hostilidad, y cito: “Esta hostilidad ha sido tal, que apenas hace quince años ―decía en aquel momento, apenas 1988― para la gran mayoría de la ‘culta sociedad hondureña’ esos seres extraños que hacen teatro son como perturbados, gente ociosa y moralmente sospechosa, que como no han podido estudiar una profesión decente se dedican a perder el tiempo en esas mariconerías’” (Tomo 3, 57).
Es una afirmación que asusta. Es propia del siglo XVIII o XIX, ni siquiera se puede pensar que es un alegato del siglo XX, donde el teatro mundial, incluyendo el latinoamericano, logra abrirse paso y situarse en un movimiento artístico de importancia y creatividad, merecedor de alto respeto.
Por su lado, en Latin American Theatre Review, la prestigiosa revista de la Universidad de Kansas, en los EE.UU., y durante el otoño del 2000, Carlos M. Castro en su artículo Teatro en Honduras: La década en cuatro escenas y un intermedio, escribía: “Compilar y evaluar la actividad teatral hondureña durante la última década del nuevo milenio ―se refería a la década de los noventa― no es una tarea sencilla” (133).
A penas en marzo pasado, hace menos de dos meses, en la revista cibernética Istmo, y en un número dedicado al teatro centroamericano, sólo se encuentra un artículo sobre el teatro hondureño. Es de Willy Muñoz, de Kent University, y es sobre El performance de la tradición y la nacionalidad en Loubavagu o ‘El otro lado lejano’ de Rafael Murillo Selva Rendón, la obra hondureña más conocida en ciertos ambientes. Por su lado, en la misma revista, la investigadora María Luisa Collins, de la Universidad de California, en Santa Bárbara, en su artículo La problemática del teatro centroamericano: Dramaturgas en conflicto, escribe: “Desgraciadamente, mucha de la producción dramática centroamericana no va más allá de las fronteras de cada país donde surge. Aún peor, dentro de cada país las obras solamente son conocidas por una pequeña audiencia” (Istmo 18, marzo 2009).
Muchas referencias podrían citarse. Muchos comentarios podrían mencionarse para entender como se percibe el teatro hondureño dentro y fuera del país, a pesar de la labor de dramaturgos y/o directores de la talla de Tito Estrada, Rafael Murillo Selva, Andrés Morris, Mario Jaén y Karen Matute. De la labor creativa e investigadora de Francisco Salvador. No puede desconocerse la trayectoria del teatro La Fragua, del Teatro Taller Tegucigalpa, del Teatro Bambú, al igual de otros grupos e individuos haciendo teatro en distintos pueblos y ciudades del país. Tampoco puede desconocerse a las obras hondureñas que se han visto en festivales centroamericanos y de otras partes.
No obstante esta labor de años y la calidad de varias puestas, al mirar la percepción que tienen muchos, nos vemos obligados a hacernos tres grandes preguntas, entre otras: ¿Existe una dramaturgia considerable y conocida, que pueda ir más allá de sus confines naturales? ¿Es conocido y buscado el teatro hondureño fuera de sus fronteras o está limitado a ciertos ambientes teatrales? ¿Está todo bien (por no decir perfecto) en el teatro hondureño o es necesario hacer una revisión?
Lamentablemente, estas interrogantes no fueron contestadas con la claridad necesaria en el Primer Simposio de Teatro Hondureño. Y, es posible que aún debe buscarse la respuesta a estas y otras preguntas. Instituyo que un segundo y mas profundo encuentro de teatristas es una necesidad.
Pero nuestro interés en este resumen se limita en hacer un recuento del Primer Simposio de Teatro Hondureño, que se llevó a cabo en San Pedro Sula, durante tres días, del viernes 24 al domingo 26 de abril de 2009, auspiciado por la Asociación Hondureño Americana, con la colaboración de los que participamos en el mismo.
El simposio
Organizado por el esfuerzo de Antonieta Máximo, Alma Iris Rivas, Jairo Tobón y René Corea Molina, sin colaboración oficial o privada, el Simposio no pudo hacer la investigación necesaria para hacer conocer lo que se proponía a nivel nacional y lograr una debida exploración del teatro catracho Tampoco, salvo excepciones, tuvo el apoyo de los teatristas hondureños. Muchos, de los que se enteraron de la convocatoria la miraron con indiferencia. Si es verdad que la organización se obstaculizó frente algunos inconvenientes, es verdad que el logro del Simposio es inmenso para el teatro hondureño, y ofrece las armas para crear el movimiento que ―según se visualizó― actualmente no existe. Queda claro que un movimiento consiste en la creación y presentación de textos teatrales nacionales, que justifiquen una dramaturgia con características ―y estéticas― propias. Textos que se monten en el presente y se justifiquen y acrediten en el futuro, dentro y fuera de la frontera nacional, en este caso, la hondureña.
En los distintos días del simposio asistieron artistas individuales y grupos de San Pedro y de otras ciudades adyacentes y un solo teatrista de Tegucigalpa, parte de la Secretaría de Cultura, Arte y Deporte. Entre los grupos presentes, algunos de amplia trayectoria y reconocimiento y otros formados por jóvenes, se encontraban: Teatro Karakul, Centro Cultural Infantil, Teatro La Fragua, Cia. Ara Macao, Tussamaya, Café Teatral, Proyecto Teatral Futuro, Teatro Bahía/Tela, Fundación Unidos por la Vida y la Sociedad Cultural de Sula. También asistió una teatrista canadiense.
El simposio se dividió en paneles a examinarse en los tres días. El primer panel, en el día de la inauguración ocupó todo el tiempo y se dedicó a ver ¿Dónde estamos? Para este panel se le pidió a los presentes que a la hora de exponer, tuvieran en cuenta las siguientes sugerencias: ¿Dónde se encuentra nuestro teatro hoy en día? ¿Cómo lo definiría, como un quehacer o un movimiento? Sea cual sea su respuesta: ¿Por qué usted afirma esto? ¿Cree usted que tenemos un teatro profesional? ¿Por qué si y por qué no? ¿Montan los directores obras nacionales?: ¿Por qué no? ¿Cree usted que las obras que se montan le interesan al público hondureño? ¿Cómo y por qué los directores seleccionan las obras que se montan? ¿Cómo ve usted la participación del público? ¿Qué publico asiste a sus puestas? ¿Qué público asiste al teatro hondureño? ¿Cuál es la presencia del teatro en la vida cultural y artística de Honduras? ¿Existe una presencia adecuada de autores y directores en el ámbito actual del teatro centroamericano, latinoamericano, español y de otros países (festivales y otros tipos de eventos)? ¿Por qué no? ¿Están los festivales nacionales cumpliendo la labor de crear una estética? ¿Por qué invitan a las obras hondureñas a ciertos festivales? ¿Cómo se seleccionan las obras participantes en festivales nacionales y/o internacionales? ¿Se llevan obras de dramaturgos hondureños a los festivales? ¿Los locales donde se presentan las obras son apropiados? ¿Qué papel juega la critica para hacer conocer al teatro? ¿Conocen los críticos lo que se hace en los escenarios? ¿Es necesario conocer las obras antes de irlas a ver? ¿Las critican adecuadamente? ¿Cómo puede mejorarse la situación entre artistas del teatro y críticos? ¿Se interesan los investigadores y profesores de literatura en la dramaturgia nacional? ¿Cuál es la situación de los directores? ¿Cómo se han formado los directores actuales del país? ¿Existe una nueva generación de directores? ¿Hace faltan talleres para directores? ¿Con instructores nacionales o internacionales?
El día dos, el sábado 25, se dividió en dos paneles. Uno dedicado a los actores y el otro a la dramaturgia. Igualmente se hicieron sugerencias para analizar y profundizar en la situación de ambos temas: la actuación y la escritura teatral hondureña, con la intención de examinar si existe una dramaturgia hondureña cualitativa y reconocida? El cuarto y último panel se dedicó a encontrar soluciones a las problemáticas encontradas durante los dos días anteriores.
La situación actual
Bastantes problemas se expusieron por todos los participantes. Sin embargo, limitado por el espacio de un resumen, me he circunscrito a una selección de aquellas preocupaciones que salieron constantemente durante las exposiciones de los teatristas. Ellas son:
― Falta de unión, de visión ― Indiferencia.
Constantemente se habló de este problema, que preocupa a todos. Los teatristas hondureños, según se afirmó, padecen de este mal en grandes proporciones. Algunos puntos de esta realidad que se mencionaron constantemente, son:
• Falta de comunicación (sobre todo entre grupos)
• Falta de información.
• Celos. Lo que ayuda a continuar con un teatro mediocre.
• Se vive en un mundo provinciano, cerrano.
• La separación del país en, al menos, dos regiones: Tegucigalpa y San Pedro Sula.
Falta de educación teatral.
* No existe un hábito de lectura.
* No se consiguen libros de teatro para leer o educarse.
— Se pierde la memoria y por eso no hay continuación.
— Falta de publicaciones teatrales.
— No hay una dramaturgia.
* La que hay no se conoce.
Falta de oportunidades para los dramaturgos.
* Para educarse.
* Para escribir.
* Para que les monten sus obras.
* No tienen el reconocimiento debido.
* Falta de concursos para premiar la dramaturgia nacional.
Actores.
* Falta de preparación (No hay técnica, ni buenos profesores)
Falta de talleres.
* De dramaturgia. (Además de que no hay suficientes, se habló constantemente de que no hay continuidad con los pocos que se hacen).
* De actuación. No hay ni suficientes ni buenos talleres para enseñar la actuación.
* De dirección.
* Talleres de análisis de teatro. Entender mejor el hecho/la estética teatral.
— Faltan cátedras de teatro en las universidades. Se hablo de la posibilidad de una próximamente.
— Faltan oportunidades (económicas) para asistir a los talleres, encuentros, para puestas, etc.
— Falta desarrollar un público.
Soluciones.
Se habló de lo importante que es tener un apoyo oficial y organizado., y se lamentó que la primera indiferencia es la de los mandatarios. No obstante esa indiferencia oficial, se hablo de posibles soluciones.
—- Mucho se discutió sobre este problema de la unidad, aunque se aceptó que es un problema humano, de celos, falta de visión fu turística, y de cómo la falta de unidad impide el crecimiento de un movimiento teatral y de un crecimiento de calidad. etc. Se habló de la creación de una red que pudiera mantener información de los distintos grupos e individuos. Varias personas se ofrecieron para investigar y comenzar a solucionar el problema de la comunicación e información de actividades. Se informó que ya existe una organización nacional, COMHTE, que, según se dijo,
necesita reestructurarse para dar cabida a más individuos y grupos, en distintas niveles. Se ofreció alguna información para estar vinculado a COMHTE. También se difundió que existe un blog que informa y que puede ayudar al contacto actualmente. El blog Arlequín, dirigido por Luis Antonio Núñez.
Se hablaron de “cosas en común” que deben encontrarse.
La diversidad debe enfocarse para llevar la unidad.
Estos son primeros pasos para un problema que se vio como importante y grave:
—- Se habló de la posibilidad de encontrar obras en internet y se difundieron algunas direcciones, como las del CELCIT. También se dijo que casi todos los países latinoamericanos tienen páginas de dramaturgia nacional. La cual se puede encontrar gratis en internet.
LA NECESIDAD DE LECTURA DE OBRAS FUE UNA INSISTENCIA
— Para difundir la dramaturgia hondureña, se comenzará con lecturas dramatizadas a nivel de grupo e individuos. Se habló de hacerla en espacios teatrales tradicionales o en espacios alternos, para contribuir a resolver la necesidad de llegar tanto a la población que asiste al teatro, como a la que no; con la intención de ayudar a crear un nuevo público, o incentivar uno que ya existe.
— Se verán formas de crear talleres de dramaturgia, actuación y otras especialidades del teatro. Se tratará de buscar posibilidades para hacer los talleres. Se le dará prioridad a instructores invitados del extranjero para ver distintas perspectivas, pero no se desconocerán a los profesores nacionales.
Esperemos que estas soluciones se lleven a cabo y den lugar a otras más para poder crear ese necesitado movimiento teatral hondureño, según se visualizó.
Pedro R. Monge Rafuls
OLLANTAY Center for the Arts
New York, 6 de abril 2009
Correo-e: OLLANTAYpm@aol.con
Telf. 718-699-6772