Por Antonio Orlando Rodríguez
Fuente: Revista Aplausos, El Nuevo Herald
Fecha de publicación: 07/23/2009
La época de los superhéroes voladores ha quedado atrás: fueron borrados de la faz de la Tierra por las grandes compañías telefónicas, para evitar que entorpecieran sus señales. Sólo uno de ellos, el legendario Superman, ha logrado sobrevivir y sigue adelante con su interminable misión de salvar a la humanidad de las fuerzas del mal. Sin embargo, su encarnizado enemigo Lex Luthor está empeñado en destruirlo y finalmente lo logra disparándole un misil con nariz de kriptonita. Con este preámbulo, que explicita su cariz paródico y satírico, comienza El evangelio según Clark, obra escrita y dirigida por Richard Viqueira, que el grupo mexicano Kraken Teatro presentó como parte del XXIV Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami.
La escritura de evangelios apócrifos pareciera ser una tentación para muchos creadores contemporáneos (hasta Saramago sucumbió a ella con El evangelio según Jesucristo). Viqueira utiliza ese recurso como uno de los elementos clave de esta sátira donde la vida y milagros de Jesús son abordados desde una perspectiva transgresora. El reportero Clark, álter ego de Superman, es quien relata los acontecimientos, imprimiéndoles un tono sensacionalista. Si hemos de dar crédito a su versión de los hechos, Superman estuvo presente en los últimos días de El Mesías y manipuló los sucesos para convertir su muerte en una leyenda imborrable, en uno de los pilares de la civilización occidental. «Falsifiqué el milagro de la resurrección», se pavonea el superhéroe. «Yo hice a Occidente».
Con el fin de evitar la muerte de su amada Luisa, Súper decide hacer que el tiempo dé marcha atrás. Sólo que se le va la mano y termina cayendo en un templo de Jerusalén hace algo más de dos milenios, justo en el momento en que «Chuy» está desalojando a los vendedores. Empieza entonces una confrontación entre dos personajes ideológicamente antagónicos, que rivalizan por la fama y el poder, y se disputan el título de Salvador de la Humanidad.
La puesta en escena –vinculada a elementos del teatro popular mexicano de tandas y carpas– tiene una concepción acrobática y un ritmo dinámico, y convierte el columpio en el eje de la puesta en escena. A través de las relaciones que establecen con ese objeto, los actores lo transforman, creativamente, en máquina de escribir, embarcación, mesa de la Ultima Cena, ring de boxeo, cama o cruz del Gólgota. El trabajo de Mauricio E. Galaz, Marco Aurelio Nava, Carlos Valencia y el propio Viqueira pone de relieve no sólo sus dotes para la farsa y el humorismo, sino un impresionante entrenamiento físico.
Definido por su autor como un «juguete político», El evangelio según Clark hace recordar en alguna medida –sobre todo por su contenido– el teatro satírico y social que hizo furor en América Latina durante la década de 1970. Unos tijeretazos aquí y allá habrían condensado de forma saludable un discurso dramatúrgico que, por momentos, resulta reiterativo; echa mano a gags y chistes verbales previsibles, y prolonga excesivamente algunos pasajes (en especial, la secuencia de table dance con Magdalena).
Viqueira y su troupe se divierten jugando a parecer irreverentes y contestatarios, y desacralizando las instituciones de poder. Su zigzagueante parábola, escenificada con una apreciable coherencia estética y actuaciones muy profesionales, logró conectar con buena parte del público de Miami gracias a su espíritu provocador y a una comicidad que tiene su fundamento, por una parte, en el cuestionamiento a las posturas ideológicas radicales y en el desacato a lo «politically correct», y por otra en lo caricaturesco y el lenguaje de los cómics.