Baltasar Santiago Martín l Fundación APOGEO para el arte público
Especial para Artefactus l 03/25/2012.
Luis Lacosta y su compromiso con el arte
El director de arte Luis Lacosta Alverich nació en la Ciudad de La Habana en 1942 y comenzó a trabajar en la televisora CMQ, fundada en 1950 por Goar Mestre, en Radiocentro, un gran edificio concebido como un complejo de cine, radio y televisión que Mestre construyó en 23 y L, en El Vedado.
Sus primeros trabajos en la CMQ fueron como ayudante de escenografía y actor infantil en varios programas. En 1962 ingresó oficialmente en el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), y comenzó a colaborar en las escenografías para filmes cubanos y coproducciones, de los cuales podemos mencionar:
El otro Cristóbal (1963, LM Ficc., dir. Armand Gatti);
Soy Cuba (1964, Cuba-URSS, LM Ficc., dir. Mihail Kalatozov);
Los días del agua (1971, LM Ficc., dir. Manuel Octavio Gómez);
El hombre de Maisinicú (1973, LM Ficc., dir. Manuel Pérez);
Una mujer, un hombre, una ciudad… (1978, LM Ficc., dir. Manuel Octavio Gómez);
Retrato de Teresa (1979, LM Ficc., dir. Pastor Vega);
Patakín (1982, LM Ficc., dir. Manuel Octavio Gómez);
Los pájaros tirándole a la escopeta (1984, LM Ficc., dir. Rolando Díaz) y
Ciudad en rojo (2009, LM Ficc., dir. Rebeca Chávez), entre muchos otros, y en la realización de los créditos o presentaciones de más de una decena de películas, así como los trailers de más de una veintena de ellas.
Ha sido escenógrafo de numerosas obras de teatro e importantes galas, y de óperas, zarzuelas y operetas de la compañía “Teatro Lírico Nacional”, con un trabajo muy notable en el diseño escenográfico para la Televisión Cubana, e impartido cursos de su especialidad, tanto en Cuba como en el extranjero.
En los años 1986 y 1987 fue miembro y presidente del jurado de espectáculos musicales de teatro y cabaret del Ministerio de Turismo de Cuba (MINTUR), y además asesor para el diseño del grupo de la Nueva Televisión, creado por la presidencia del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT).
Actualmente sigue trabajando en el cine y la televisión como director de arte de largometrajes, cortos, documentales y telefilmes.
Con este impresionante currículo -o resume, como se le llama en los Estados Unidos- es casi seguro que cualquier productor de los canales hispanos de Miami se espante por su “sobrecalificación” y se niegue a darle trabajo como director de arte en la televisión, por temor a perder el suyo por el tremendo contraste, en el hipotético caso de que Lacosta se quisiera quedar en Miami, pero él prefiere seguir siendo profeta en su tierra y defender su compromiso con el arte desde allá, sin hacer grandes concesiones, prueba de lo cual es su blog independiente sobre el cine cubano, donde me publicó una reseña bastante crítica sobre la película Havanastation, titulada Havanastation, donde el argumento es el pretexto.
Aprovechando la visita de Lacosta a Miami, la Fundación APOGEO para el arte público lo ha invitado a su tertulia Intimity Forever para conversar con él sobre su vida y su carrera:
¿Cómo fue que el niño Luis Lacosta se logró “colar” en la CMQ de Goar Mestre?
Empezaré por decirte que mis padres eran muy amigos de un agente de la pasta Gravi (una pasta dental que se fabricaba en Cuba, en Jovellanos) y en CMQ Televisión estaban buscando muchachos para un comercial, con tan buena suerte que, con su ayuda y por haberle gustado a la firma Publicitaria Siboney, me escogieron y durante varios meses, junto a una muchachita, nos cepillábamos los dientes frente a las cámaras, anunciando de esta forma el producto. El programa se llamaba El sheriff Gravi y el actor que conducía el programa era Paul Díaz, pero mis inquietudes no eran ser actor, ya que mirando los decorados de los estudios de la televisión sentí la necesidad de trabajar en los departamentos de escenografía, que dirigía el escenógrafo -y maestro de esa especialidad en Cuba- Luis Márquez, al que pude llegar gracias a las amistades de mi padre, y así pude comenzar como auxiliar en el departamento de escenografía, y luego como asistente; una cosa te puedo decir, con él aprendí mucho: los trucos de las construcciones escenográficas, de las patinas y los colores, pues en aquella época la televisión era en blanco y negro y las tonalidades de colores se daban desde amarillo al negro. Te explico que como blanco puro se utilizaba el amarillo, pues la brillantez del blanco podía dañar una pieza que se llamaba Orticón de las cámaras Dumont y RCA de entonces, y así, mezclando el blanco y el negro, lográbamos las tonalidades deseadas. Estuve trabajando en la CMQ hasta el año 1962, en que pasé oficialmente por un traslado de trabajo para el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC).
A los 20 años te incorporaste al ICAIC, bajo la égida y la impronta de Alfredo Guevara, ¿lo conocías desde antes o ahí comenzó tu amistad con él?
Te haré una anécdota algo simpática: siempre fui muy arriesgado en todo, y como desde jovencito aspiraba a ser, además de escenógrafo de televisión, también de cine, yo veía en el ICAIC mi futuro, así en el año 1960 le envié una carta a Alfredo Guevara, donde le decía que yo era escenógrafo -pues ese era mi mayor anhelo- y te contaré que al cabo de unos meses me llamó, me entrevistaron y comencé a trabajar allí. Por supuesto que no creyeron que yo fuera escenógrafo -por lo joven-, pero gracias a Alfredo y a su equipo de colaboradores comencé como auxiliar de escenografía de cine, y al destacarme por mi trabajo me dieron el nombramiento oficial en agosto de 1962. Te podrás imaginar la felicidad que sentí: ¡ya era trabajador del cine cubano!; por eso te puedo decir que desde ese momento admiré y consideré como amigo a Alfredo Guevara. Después coincidimos en algunas filmaciones, y siempre tuve de su parte un trato muy afable -Alfredo siempre ayudó y encaminó a todos los artistas- y en el ICAIC que él presidía nunca importó la religión que profesaran sus trabajadores, pues yo toda mi vida fui y sigo siendo creyente, y pertenezco a la Iglesia Presbiteriana, y te puedo decir que cuando a algunos dirigentes de los Estudios Fílmicos de Cubanacán les molestó mi creencia religiosa -y casi tuve que dejar el trabajo debido a ello-, él no permitió que yo dejara de trabajar por esa causa, pues al ICAIC lo que le importaba era que nosotros los artistas realizáramos un buen trabajo y que las películas quedaran lo mejor posible, pues en esa época no existía ninguna escuela de cine y nos formábamos sobre la marcha.
¿Cuál fue la primera película en la que te encargaste ya por completo de la dirección de arte?
Bueno, después de haber realizado muchas asistencias en grandes co-producciones, como la francesa El otro Cristóbal, dirigida por Armand Gatti; y la cubano-soviética Soy Cuba, de Mijail Kalatozov, se me acercó Manuel Octavio Gómez para proponerme la escenografía de su primer largometraje, que se llamaría La salación, la cual realicé con mucho éxito y me valió que desde ese momento comenzara a hacer la escenografía de muchos largometrajes, documentales y musicales con grandes directores del cine cubano; te puedo decir, para no hacer muy larga la lista, que he trabajado en más de 80 largometrajes, más de 100 documentales y cortos de ficción, y también, desde hace cinco años, he realizado más de 30 telefilmes, como Operación casting (2010) y Leña de soledades (2011).
De todos los filmes cubanos y coproducciones que has hecho como director de arte, ¿cuál te ha dejado más satisfecho?
Mira, te he mencionado algunos de los filmes que han sido más significativos en mi carrera, pero, si se trata de hacer una estricta selección, te diré que Los días del agua, El hombre de Maisinicú y Retrato de Teresa, por sus complejidades, las actuaciones y sus directores, que cuando llegaban al set a dirigir a los actores se encontraban siempre con todas las decoraciones listas para comenzar, por lo que confiaban plenamente en el resultado de mi trabajo.
¿Con qué directores y actores te has sentido mejor trabajando?
He trabajado con muchos directores en largos y medios metrajes, pero mis directores preferidos, con los que me he sentido más cómodo en el cine, han sido Manuel Octavio Gómez (al que considero que algún día habrá que darle un muy merecido homenaje) y Pastor Vega, y en la television, Delso Aquino, un director que ha realizado los mejores telefilmes cubanos, como La luna en el agua, El eclipse, Operación casting, Inevitable y Mejilla con mejilla, telefilme protagonizado por la gran vedette Rosita Fornés.
Precisamente de Mejilla con mejilla, tu trabajo más reciente, ¿qué fue lo más impactante de la filmación?
Mira, ya el trabajar con Rosita Fornés es de por sí impactante, imagínate ser el director de arte de esa maravillosa mujer, ¿cuántos artistas no quisieran tener el privilegio de verla actuar todos los días, de compartir con ella, de juntos escoger el vestuario, de que le guste tu escenografía, tu ambientación?; en fin, yo considero que fui un director de arte privilegiado. Ella es muy amiga mía, incluso hemos trabajado fuera de Cuba en zarzuelas, como la última que realizamos juntos, María la O.
¿Cómo ves el estado actual del cine y de la televisión en la isla?
Mira, te voy a decir una opinión muy particular: desde hace mucho tiempo el cine cubano ha perdido mucha calidad. Desde Los dioses rotos, del director Daranas, y El ojo del canario, de Fernando Pérez, no me he encontrado ningún otro filme con la calidad de estos dos; ojalá puedas verlos algún día, o mejor voy a tratar de enviártelos para que me des tu parecer.
En cambio, en la televisión considero que los proyectos -como los telefilmes- cada día están mejores, con directores jóvenes con muy buenas ideas, arriesgados, que plantean situaciones que podemos encontrar diariamente en Cuba; denuncias de cosas, críticas, y más aún, cómo resolver muchos problemas que hoy en día todavía no están resueltos en la sociedad cubana. Es por esto que creo que poco a poco la televisión está ocupando su verdadero lugar a la hora de exhibir los materiales que se están realizando.
¿Que opinión te llevas de Miami, en lo personal y en lo profesional?
Una cosa muy curiosa me ha sucedido. Durante muchos años siempre me dijeron que Miami era algo así como un infierno, lleno de maleantes y de mafiosos; en fin, lo peor de la sociedad, y que no había vida cultural, pero para mí ha sido todo lo contrario, pues me he encontrado con una ciudad bella, limpia, llena de seres humanos educados, que van a museos, teatros, exposiciones y conciertos, lo que no quiere decir que como toda populosa ciudad no tenga también sus problemas sociales.
Me ha sorprendido mucho la vida cultural de Miami, pues durante mi estancia he podido frecuentar varios teatros, cines, exposiciones y galerías, donde, aparte de exhibir cuadros y esculturas, se dan agradables tertulias literarias y conversatorios con importantes artistas.
Para resumir, te diré que me llevo una muy grata impresión de la ciudad de Miami, donde me han acogido con mucho respeto y amor.