El exégeta l 06.13.2013
El Teatro Akuara, el director Christian Ocón y un elenco estelar, apuestan por «La sal de los muertos». Una propuesta escénica que finalmente encuentra su cauce.
Durante una reciente visita mía a la ciudad de Miami, conversé brevemente con Matías Montes Huidobro a propósito de la próxima puesta en escena de su obra “La sal de los muertos”, cuyo anuncio me había llegado. Esta pieza, aunque publicada en dos ocasiones, la última al ser seleccionada por el editor Rodolfo Martínez Sotomayor para la trilogía Tres dramaturgos, tres generaciones, nunca hasta el presente había sido llevada a las tablas. De ese intercambio que empezó siendo informal, se originó una entrevista. A continuación la transcripción de ese diálogo.
R.M.: En síntesis, si te es posible, dinos algo de “La sal de los muertos” antes de su próximo estreno. ¿Cuándo la escribiste? ¿Cuáles son las claves de este título, si es que las hay? ¿Por qué nunca se estrenó en Cuba a pesar de haberla escrito antes de tu exilio? ¿Cuál ha sido hasta hoy el destino de la obra?
M.M.H: En primer término, Rolando, gracias por la entrevista, en anticipación del estreno de “La sal de los muertos”, que subirá a escena en Akuara Teatro, en Miami, dirigida por Christian Ocón, y tendrá lugar durante tres fines de semana los sábados (a las ocho y treinta de la noche) y los domingos (a las cinco y treinta de la tarde) los días 27 y 28 de julio, 3, 4, 10 y 11 de agosto (informes y reservaciones, 305 640 2422). Con luces y sonidos de Mayito, el reparto está formado por Jorge Ovies, Orquídea Gil, Ivette Kellems, Orestes Graupera, Lisette Jiménez y Yoelvis Batista. Asistente de dirección: Carlos Laso. Maquillaje/Vestuario: Alejandro Galindo.
La obra tiene una larga y compleja trayectoria, y ha tenido que esperar más de medio siglo para subir a escena. La escribí en 1960. Cuando Yara y yo teníamos ya planes de irnos de Cuba, decidí publicarla en una imprenta en Marianao junto a “Las vacas”, que había recibido el Premio Nacional José Antonio Ramos también en el año 60. Pero cuando nos dieron el permiso de salida de Cuba el 27 de noviembre de 1961, la obra estaba todavía en imprenta. Esto explica que no se estrenara en Cuba en esos momentos, aunque “Gas en los poros” se estrenó por los días en que salí del país Llegué a revisar las pruebas de galera de “La sal”, pero cuando mi madre fue a buscar el libro, porque ya yo me había ido, no se lo dieron, y posiblemente lo convirtieron en “pulp fiction”. Perdí varios textos que quedaron atrás con mi salida, pero mi madre me fue mandando por correo algunos manuscritos, y pude rescatar varios que llegaron a mis manos, entre ellos el de “La sal de los muertos”. En el año 1971, Orlando Rodríguez Sardiñas y Carlos Miguel Suárez Radillo, la incluyeron, representando al teatro cubano, en “Teatro selecto contemporáneo hispano-americano”, publicada por Escelicer en España, en su versión original en dos actos. El presente montaje, corresponde a la edición en un acto, compilada y editada por Rodolfo Martínez Sotomayor, que la publicó en Editorial Silueta, en el año 2012, en un libro bajo el título de “Tres dramaturgos, tres generaciones”.
La clave del título es muy simple: el dinero es la sal de los muertos. La avaricia es el pecado capital del capital, y esto los saben los cristianos más auténticos, y el agente interno que lleva a la confesión de la culpa. Cuando triunfa la revolución en el 59, el análisis del pasado inmediato, entremezclado con el complejo de culpa, llevó a un análisis demoledor de la burguesía. Al irme de Cuba casi de inmediato, la obra corta el nexo con el discurso ideológico imperante. Aunque un mal no se cura con otro (y particularmente con otro peor), no podemos tapar el sol con un dedo. No obstante ello y lamentablemente, la avaricia como móvil de la conducta, la corrupción en medio de una sociedad en crisis, el discurso bancario contemporáneo, podríamos decir, es lo que le da a “La sal de los muertos” la actualidad que tenía hace más de medio siglo. Y eso podría explicar el adverso destino que ha tenido la obra. No hay más que leer los periódicos para ver la cantidad de ladrones que andan sueltos por ahí. A los errores de la sociedad en la cual vivimos hay que mirarlos cara a cara, para darnos cuenta de nuestras propias fallas.
R.M: Dinos, a quienes sin dudas iremos a ver la obra, al margen de su actualidad, ¿por qué precisamente ahora La sal de los muertos, que evidentemente es una de tus primeras piezas teatrales?
M.M.H: Le debo a Teatro en Miami Estudio, y en particular a Ernesto García, el último y estupendo montaje de una obra mía en Miami, ya hace cinco años (que es mucho tiempo dramáticamente hablando), en el 2008, “Los acosados”, demostró la vigencia de un texto escrito en 1959, hace también más de medio siglo, sobre las vicisitudes de una pareja por pagar los plazos de un juego de cuarto. Sin embargo, a pesar de la distancia en el tiempo, el proceso cíclico, el eterno retorno de las dificultades económicas de una pareja en Cuba en los años cincuenta, producía una identificación global y temporal con cualquier pareja en circunstancias parecidas en la primera década del siglo XXI, y éste es el “precisamente ahora” de “La sal de los muertos”. Para mí, la conducta humana tiene señas de identidad que siguen en pie, y la ubicación de la obra en Cuba en 1958, porque no sé si el montaje será fiel o no a esa geografía y cronología, sigue siendo “la sal de los muertos” de la conducta.
R.M.: ¿Qué esperas, desde un punto de vista estrictamente “dramático” del estreno de una obra, primero censurada en Cuba y luego preterida fuera?
M.M.H: Yo siempre he sido un apasionado del “teatro de la crueldad”, cuya trayectoria la inicia Virgilio Piñera en Cuba con “Falsa alarma”, “Los siervos” y “El flaco y el gordo”. Tan pronto empiezo a estrenar a partir de 1959, abro con dos muestras del “teatro de la crueldad”, “Los acosados” y “Gas en los poros”, seguida de “La sal de los muertos”. Pero hay algo más profundo en todo esto, más medular, y no nos llamemos a engaño, la crueldad es una seña de identidad, una marca de fábrica. Y esto históricamente está plenamente demostrado, particularmente a partir del machadato. La historia cubana de todo el siglo veinte está marcada por la crueldad, que culmina con el castrismo y sigue en pie todavía. ¿O es que vamos a negarlo? Quizás esto explique los motivos de haber sido preterida: no es agradable enfrentarnos a la verdad, y sin embargo no sólo puede ser necesario, sino saludable. Si bien el “teatro de la crueldad” como movimiento escénico no tiene la actualidad que tuvo en otros momentos, la crueldad es un acondicionador permanente en el teatro cubano. Sin embargo, debo indicar también, que la obra tiene un componente de humor con su toque costumbrista (particularmente a través del personaje que interpreta Orquídea Gil) que sirve de antídoto a la violencia que hay en la acción, ya que el humor es también el escape de la crueldad, como los cubanos también sabemos. Por consiguiente, si de un lado golpea, del otro se produce la liberación.
R.M: ¿Quién es Ocón, que dirigirá la puesta y estreno de la obra? ¿Qué anticipas de esta colaboración entre el dramaturgo y el director?
M.M.H.: Christian Ocón, a quien ya he mencionado, está respaldado por un entrenamiento estupendo a manos de Ernesto y Sandra García, de Teatro en Miami Estudio, dos de las figuras más importantes del teatro en Miami, y ya esto de por sí garantiza el resultado. Trabajó con Ivette Kellems en Los acosados, donde Ocon hizo de “mi” Willy Loman, el protagonista de “La muerte de un viajante” de Arthur Miller. Lo he visto en acción en un espacio dramático prácticamente vacío y con unos cuantos cajones como utilería, y todo esto me da confianza. Como director tiene libertad de acción y creo que las relaciones entre el dramaturgo y el director, requiere un equilibro donde la imaginación del segundo no se vea restringida, siempre y cuando el director respete la espíritu y la forma que animan al texto. Hasta el momento he estado presente en uno de los ensayos, donde intercambiamos puntos de vistas, exponiéndole algunas de mis ideas sobre el actor como agente que, en última instancia, proyecta física y síquicamente a los personajes, pero no pienso estar inmiscuyéndome innecesariamente en el proceso de creación del espectáculo.
R.M. Sin hacer predicciones imposibles, ¿qué reacciones esperarías del público?
M.M.H.: Hacer teatro en Miami es extremadamente difícil y cuento con el apoyo de un público sediento por ver un teatro diversificado. “La sal de los muertos” no es una obra intelectual, sino de algo que nos afecta muy de cerca. Los montajes de “Exilio”, “Un objeto de deseo” y “Los acosados” fueron un éxito, y espero que este también lo sea. Por otro lado, no creo que el público de Miami (y sería ofensivo pensar tal cosa) vaya únicamente al teatro para pasar el rato y divertirse, aunque esto no es en modo alguno objetable. Pero también va para plantearse conflictos de peso. Aunque ciertamente, lo banal y lo vulgar se lo dejo a otros. Uno va al teatro para recibir una sacudida diferente, una vibración directa que proviene de la conjunción entre el autor, el director, los actores y en general el montaje, la música y las luces. Y esto es, precisamente, lo que quisiera ocurriera en el caso de “La sal de los muertos”.