Por Antonio Orlando Rodríguez
El Kiosko del Jardín Central de San Miguel de Allende suele estar repleto de mariachis dispuestos a interpretar cualquier canción que se les pida. Sin embargo, es poco probable que entre ellos se produzcan situaciones tan pintorescas como las de Mariachi Clown, el espectáculo que la agrupación Cornisa 20, de Guanajuato, trajo este año al Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami.
Tomando como punto de partida el recurso de las estatuas vivientes, el director, guionista y diseñador Roberto Avendaño concibió un divertimento musical apto para todas las edades, que explota las posibilidades humorísticas de ese símbolo de la cultura mexicana que es el mariachi. Estrenada en Japón, en el año 2005, y presentada desde entonces en diversos países, la obra descansa en un contrapunteo entre tres de esas estatuas de diferentes colores (verde, blanco y rojo), que cobran movimiento para sorprendernos con sus discrepancias y enfrentamientos.
Ataviados con vistosas camisas, pantalones, botas y sombreros de charro, portando revólveres y luciendo grandes bigotes, los tres mariachis desean el predominio de su color personal, lo que da pie a una bien urdida sucesión de situaciones. ¿Un ejemplo? El Rojo y el Verde se empeñan, tozudamente, en cambiarle el título a “El caballo blanco”, el conocido corrido de José Alfredo Jiménez. ¿Otros? El combate de boxeo al estilo de las comedias silentes y el jocoso enfrentamiento de artes marciales.
A lo largo de seis cuadros, Alfonso de la Cuesta (Mariachi Verde), Gerardo Curiel (Mariachi Blanco) y Juan Carlos Nava (Mariachi Rojo) hacen gala de sus dotes para la comedia, la pantomima y la técnica de clown. Un juego con letreros inicia la interacción con el público y, de inmediato, el segmento “Afinación” desarrolla la premisa de la rivalidad entre los músicos. En el cuadro “Si nos dejan”, los intentos de los mariachis por interpretar “El son de la negra” se ven frustrados por una cadena de obstáculos: el ruido de un avión, el maullido de un gato, el choque de un automóvil…
Uno de los momentos mejor resueltos es “Serenata”, en el que se rinde homenaje a dos grandes voces mexicanas: Pedro Infante y Javier Solís. “El juego” recrea el viejo juego infantil de las estatuas y “El baile” relaciona a los mariachis con géneros musicales de otras culturas, al hacerlos danzar un tango, El lago de los cisnes de Chaikosvki y una pieza de rhythm & blues. La confrontación alcanza su registro más hilarante en “Trío Contreras”: mientras Blanco y Rojo tratan de interpretar con su guitarra y su violín “Cielito lindo”, Verde se encapricha en tocar con su trompeta “La cucaracha”. La solución es tan salomónica como disparatada: terminan ejecutando juntos un tema de Pink Floyd.
Durante la representación brindada en el Key Biscayne Community Center, los actores de Cornisa 20 hicieron patente su seguridad y capacidad de improvisación al sortear un problema con el audio del que pocos espectadores se percataron. Con escasos parlamentos y un humor blanco que a ratos recuerda el de Jacques Tati, estos mariachis petulantes, coquetos e ingenuos lograron establecer una productiva complicidad con la audiencia. Un grata propuesta que celebra, con espíritu lúdico, la música tradicional de México.