Por Antonio O. Rodríguez
Fuente: El Nuevo Herald
«Definir el humor es como pretender pinchar una mariposa con el palo de un telégrafo», aseguró Enrique Jardiel Poncela, un escritor español que tenía una gran habilidad para pulsar los resortes de la risa. El humorismo es un terreno escabroso: lo que hace reír a unos a mandíbula batiente, puede no hacer la menor gracia o parecer de mal gusto a otros. Y viceversa. Al fin y al cabo, la recepción de un chiste verbal o visual está condicionada por numerosos factores, entre los que pesan mucho la idiosincrasia, la personalidad y los referentes culturales del receptor.
Si usted prefiere el humor conceptual e ingenioso, tal vez Operativo vagabundo, de Julie De Grandy, el más reciente estreno de Havanafama, no le parezca un plato apropiado para su paladar; pero probablemente satisfaga a quienes no exigen mucha originalidad a una comedia para premiarla con sus risas.
La trama narra los enredos en que se meten tres amigas cuando deciden deshacerse de un inoportuno cadáver. Cuenta con diálogos simpáticos y los sucesos, un tanto previsibles, se encadenan con acierto. El trazado de los personajes es claro, en especial los rasgos diferenciadores de la pareja de amantes lesbianas. Tras un fluido primer acto, la segunda parte del espectáculo tiene menos brío, el interés oscila y el desenlace se extiende innecesariamente; más que cortes, sería recomendable una reescritura para buscar una mayor síntesis. La parodia a los programas televisivos de noticias sensacionalistas plantea informaciones que hacen progresar la acción, pero el recurso pierde eficacia al reiterarse.
Belkis Proenza entrega una pintoresca Cristina, sugiere con gracia la atracción que su personaje siente por Marta (la amiga heterosexual) y saca partido a las situaciones humorísticas sin incurrir en excesos caricaturescos. Como Susana, Julie De Grandy podría resultar más simpática si se empeñara menos en parecerlo, y si lograra prescindir de los subrayados superfluos y las vocecitas aniñadas. A veces uno tiene la impresión de que la actriz no confía lo suficiente en la comicidad de los diálogos y las situaciones concebidas por ella misma, y que eso la impulsa a echar mano a un amplio repertorio de visajes y ademanes estereotipados para divertir al público. El trío se completa con Vivian Morales, quien resuelve con corrección su Marta, el personaje con menos matices del libreto.
La puesta en escena de Juan Roca tiene algunas soluciones creativas (la carpa, entre ellas), pero aún puede alcanzar un ritmo más sostenido y mayor limpieza en los desplazamientos (la salida con la alfombra, por ejemplo). La escenografía de Alejandro Galindo apuesta por un colorido brillante; la transparencia del cuadro colgado en la pared constituye un buen recurso, pero la dudosa calidad plástica del dibujo enmarcado le resta efectividad. El «teatral» vestuario del personaje de Marta introduce una nota discordante en el conjunto. Efectivas las luces de Meysell Quintana y la musicalización «a lo thriller» de Emilio Mandell.
Operativo vagabundo es un divertimento para consumidores de humor sin muchas pretensiones. Ganaría considerablemente si renunciara a algunas bufonadas, si puliera elementos de la imagen visual y sintetizara el segundo acto para hacerlo más liviano.