Un Lorca creativo, pero no subyugante
Por Antonio Orlando Rodríguez
Fuente: El Nuevo Herald
Fecha de publicación: 07/21/2009
La internet puede causarnos decepciones. Antes de asistir a la representación de Bodas de sangre, de Federico García Lorca, que la compañía murciana Alquibla Teatro trajo al XXIV Festival Internacional de Teatro Hispano, pude ver un video y fotos del espectáculo. Pero, al parecer, en el viaje del Levante español al sur de la Florida, este montaje dirigido por Antonio Saura perdió gran parte de su atractivo visual.
Para empezar por lo más notorio: ¿qué se hizo del metafórico telón rojo que cubría todo el fondo? Ese componente esencial de la escenografía no llegó a Miami. Para empeorar las cosas, en el escenario del Carnival Studio Theater el aljibe se convirtió en un enorme, antiestético y poco funcional cajón de madera: un armatoste que obstaculizó la composición y la limpieza de los movimientos.
¿Y el elaborado diseño de luces que se veía en el video? ¿Qué pasó con él? En fin, atengámonos al refrán que dice: «Lo que hay es lo que ves». Valoremos, entonces, lo que se nos brindó, y empecemos diciendo —con una expresión lorquiana— que al espacio escénico le faltó «ángel».
La labor de dramaturgia de José Ramón Fernández es un ejemplo de cómo adaptar creativamente un clásico. Su opción de añadir un prólogo y convertir la obra en un largo flashback aporta un punto de vista original. La fusión de personajes y la supresión de determinados textos evidencia un cuidadoso estudio de la obra (aunque quizás más de un espectador lamente la omisión de algún fragmento y se sorprenda al reconocer líneas del Diálogo del amargo, de Poema del cante jondo).
Otro puntal es la impactante música creada por Salvador Martínez, que estiliza y fusiona malagueñas y ritmos de Al-Andalus, y echa mano, con acierto, a nanas, canciones de trabajo y sobrecogedores «auroros» (cantos luctuosos) de la tradición popular de Murcia. La banda sonora contribuye a definir el entorno rural, opresivo y tenso, en que transcurre la acción.
La calidad de la partitura de Fernández no es igualada por otro tipo de música que es clave en el teatro de García Lorca: la de las palabras. En un artículo publicado en 1933, pocas semanas después del estreno de Bodas de sangre en Madrid, Gerardo Diego celebraba la musicalidad del texto afirmando que «lleva en sí la música dentro, transformada en sustancia poética y teatral». Lamentablemente, el montaje de Alquibla no saca el mayor partido a la proverbial musicalidad lorquiana que, además de cadencia e intencionalidad en el decir, demanda voces hermosas y rotundas. Esta deficiencia resulta particularmente notoria en las poco afortunadas escenas de la Mendiga y la Luna (más grotescas que surrealistas o poéticas), que hacen poco favor a los versos.
En el elenco —correcto en algunos casos, pero sin desempeños brillantes— se destaca Ángeles Tendero por la sinceridad y limpidez de su interpretación. Aunque su Madre está construida «a la antigua usanza», se agradece la austeridad que la actriz le imprime. El desempeño de Jacobo Espinosa en los dos primeros actos es efectivo. Logra insuflar al Novio una candidez, una rusticidad y una alegría de vivir muy interesantes, que se apartan del tratamiento que a menudo se da al personaje. La interacción de Espinosa y Tendero explora sugestivamente una de las raíces del machismo en las familias hispanas.
Saura y Alquibla entregan un Lorca «de cámara», estilizado y con resonancias murcianas: un trabajo que se sustenta en una eficaz dramaturgia y ofrece aciertos parciales en su materialización escénica; creativo, pero no subyugante. Esta relectura de Bodas de sangre subraya la vigencia del acercamiento lorquiano al odio y la venganza como temas universales de lamentable actualidad.